viernes, 14 de junio de 2019

Totonacapan y su miniarquitectura


En el país donde los ojos son suavemente rasgados, las narices finas, delineadas cejas y esculpidas bocas entreabiertas, en el que fue un día famoso reino de Totonacapan, el arte tuvo manifestaciones singulares en su delicadeza.

Una de esas expresiones sui géneris, tal vez la menos conocida, es la arquitectura en pequeña escala, los templos miniatura, en total contraste con las ciclópeas masas piramidales de la misma era prehispánica.

Los diminutos templos totonacas que usted puede ver actualmente, fueron concebidos hará unos cuatro o cinco siglos antes de Cristo.

Se trata de verdaderos mausoleos cuyo interior aloja una o dos cámaras funerarias. Por fuera, pese al deterioro causado por más de dos mil años, es apreciable la riqueza ornamental. Sus techos son de dos aguas y también de cuatro. Incluyen un adoratorio en la cúspide del cuerpo central. Cuatro escalinatas guarnecidas por sólidas barandas de piedra y otros muchos detalles de elegante primor. Todo esto, créalo o no, en estas dimensiones: metro y medio de ancho, por menos de dos metros de altura. ¿Pequeñísimos? Claro, por eso los llamamos templos miniatura.

Además, están dispuestos -en algunos lugares- con el orden acostumbrado en los cementerios modernos occidentales. Parece ser que solamente los totonacas se ocuparon de erigir tan originales monumentos funerarios, y los distribuyeron en una enorme región desde Nautla, Ver., hasta Comapan, en la cuenca del Jamapa, cerca de Huatusco.

Para ver estas asombrosas muestras del especial sentido litúrgico que en Totonacapan se daba a los ausentes definitivamente, le sugerimos visitar la "ciudad fortaleza" de Quiahuiztlan, sobre la carretera asfaltada Veracruz-Nautla.



(Tomado de: Harry Möller - México Desconocido. Injuve, México, D. F., 1973)

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