lunes, 24 de febrero de 2020

Leyenda de la calle de La Perpetua


La calle de la Perpetua

[Juan de Dios Peza, 1852-1910]

Una eterna soledad;
una ancha plaza desierta
y una casa que en verdad
revela que por su puerta
da entrada a la eternidad.

Casa terrible y sombría
que corona un esquilón
que en la noche y en el día
lanza el toque de agonía
de la Santa Inquisición.

A pobres encarcelados
ninguno asomar los ve,
pues tan sólo enmascarados
salen, para ser quemados
en algún auto de fe.

Los muros que azota el viento
no le permiten salir
ni al desgarrador lamento
del que en medio del tormento
miente para no sufrir.

En la noche más serena
un rumor que da sonrojo
parte el corazón de pena:
¡Siempre cruje una cadena!
!Siempre rechina un cerrojo!

Siempre está la pared muda;
y el antro en silencio eterno;
la puerta pesada y ruda
es negra como la duda
y horrible como el infierno.

Todo repugna y espanta;
todo da miedo y pavor
y se anuda la garganta
al llamarle casa santa
a la casa del dolor.

La calle está abandonada;
quien por ella cruza, reza,
y por triste y por odiada
es por el pueblo llamada
de la Perpetua Tristeza.

Hasta en nuestra alegre edad
como triste le da fama
su constante soledad,
y el pueblo en nuestra ciudad,
de la Perpetua le llama.

En ella surge y domina
la inolvidable mansión
que hoy el saber ilumina...
¡Se tornó la Inquisición
Escuela de Medicina!



(Tomado de: Peza, Juan de Dios – Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la Ciudad de México. Prólogo de Isabel Quiñonez. Editorial Porrúa, S.A. Colección “Sepan cuantos…”, #557, México, D.F., 2006)

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