miércoles, 9 de octubre de 2019

El teatro en ciudad de México, de 1812 a 1821


Teatro del Coliseo nuevo (actualmente calle de Bolívar) Cambió de nombre a Teatro Principal el 1° de marzo de 1931
En ese año de 1812 se ofrecen magnas funciones en el Coliseo de comedias para honrar al triunfador de las batallas de Aculco y Calderón, al general que había diezmado los ejércitos insurgentes: Félix María Calleja del Rey, héroe popular en la capital al que le hicieron tantos homenajes de admiración y lambisconería, que el virrey Francisco Javier Venegas furioso y celoso, se negó a asistir a las funciones teatrales que fuesen en honor de Calleja, presintiendo seguramente que aquel hombre cubierto de gloria lo iba a destronar un año después, en 1813, cuando surge en el ambiente teatral de la aún llamada Nueva España la segunda figura artística de la que tenemos noticia en cuanto a popularidad y cariño del público. La primera fue Antonia de San Martín, hermosa y escandalosa primera actriz de finales del siglo XVIII y la segunda fue Inés García, graciosa y joven cantante que enloquecía a los espectadores. He aquí cómo nos la describe Enrique de Olavarría y Ferrari en su Reseña histórica del teatro en México: “El óvalo de su rostro, tenuemente apiñonado, se encerraba graciosamente en un marco de suavísimos cabellos negros, artificialmente rizados; negros y grandes sus ojos, miraban al medroso ante su hermosura con graciosa picardía; la boca era un canastillo de verdaderas gracias; pequeños y encendidos los labios, diminutos y blancos los dientes, embriagador y aromático el aliento…” Después de esta descripción, no es de extrañar que la noche de su beneficio en el citado año de 1813, Calleja ordenase a sus ayudantes que arrojaran al escenario, en el momento de aparecer la Inesilla, como era conocida cariñosamente por el público, más de cien onzas de oro, por lo que aquella noche la artista ganó 3,500 pesos entre lo que recaudó a la entrada y lo que le fue arrojado al escenario, sin contar las alhajas que le fueron enviadas a su camerino. En realidad debe haber sido muy hermosa la Inesilla, pero no se explica uno cómo Enrique de Olavarría, quien llegó a México en 1865, o sea cuando ya no vivía la Inesilla, puede asegurar tan enfáticamente que tenía “embriagador y aromático el aliento”. Licencias de romántico.


(Tomado de: Reyes de la Maza, Luis - Cien años de teatro en México. Colección ¿Ya LEISSSTE?. Biblioteca del ISSSTE. México, 1999)

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