Nota del Día
Después de la tragedia
Diario Español, lunes 24 de febrero de 1913
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La imaginación más robusta no habría forjado un final dramático más emocionante, más bárbaramente artístico, que el que la Fatalidad acaba de escribir en el libro sangriento de la gran tragedia mexicana.
El ánimo del espectador se conmueve, tocado de piedad, ante los supremos infortunios y al tender la vista por el escenario poblado de ruinas y salpicado de sangre, formula ardientes votos porque la púrpura derramada redima todos los pecados del pueblo, haciendo ya imposibles esas dolorosas hecatombes…
De nuestro colega “El Universal” recogemos la siguiente versión de este final trágico.
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“Pudimos hablar, dice, con algún oficial que presenció la salida de los señores Madero y Pino Suárez, de la pieza de la Intendencia, que les sirvió de prisión durante estos días.
Según nos manifestó un grupo de soldados del 29 Batallón, al mando de un capitán penetraron a la pieza pocos minutos antes de las diez con el objeto de registrarlos y escoltarlos hasta los automóviles en que habían de ser trasladados.
Ya descansaban los señores Madero y Pino Suárez acostados en sus lechos. El señor Pino Suárez estaba profundamente dormido t el oficial tuvo que tocarle en el hombro para que despertara.
-¿A dónde vamos?
Esta fue la pregunta que ambos dirigieron a los soldados.
-No sabemos, contestó el oficial. Mi único encargo es registrar a ustedes, para ver que no tengan armas.
Como los prisioneros se encontraban en paños menores no fue necesario hacer el registro de sus personas, y sólo sus ropas fueron cuidadosamente examinadas.
Se les indicó que se vistieran, cosa que les causó extrañeza, la cual se disipó cuando se les comunicó que se les trasladaba a la Penitenciaría.
-Nos hubieran avisado antes -dijo el señor Madero- para no acostarnos, y sin pronunciar otras palabras se comenzó a vestir.
Terminado esto, con la escolta del 2° fueron llevados hasta la puerta de Palacio en donde esperaban los autos con las escoltas.
Tuvimos oportunidad de cambiar algunas palabras con el Comandante Francisco Cárdenas, en las oficinas de la Comandancia Militar.
El Mayor Cárdenas nos comunicó que había recibido órdenes para salir con los Sres. Madero y Pino Suárez y conducirlos a la Penitenciaría. Para cumplir con su comisión designó a dos oficiales -Rafael Pimiento y José Ugalde- y a un grupo de hombres del 7° de rurales, para que le dieran la escolta.
El señor Madero, que subió al automóvil custodiado por Cárdenas, le dijo:
-¿Para dónde me llevan? Supongo que a la Penitenciaría.
-Yo no lo sé, señor; el chauffer tiene ya órdenes.
-Si me llevan a la Penitenciaría, repuso el señor Madero, que me lleven por las calles del Reloj y Lecumberri.
Esta indicación bastó, naturalmente, nos dijo el Mayor Cárdenas, para que recomendara al chauffer tomara otro rumbo. El auto en que iba el señor Madero, seguido por la escolta y el auto que ocupaba el señor Pino Suárez, siguieron por las calles de la Moneda, y al cruzar el puente, sobre la línea del Ferrocarril, recibí una descarga cerrada de varios hombres que estaban allí pecho a tierra…
El chauffer se desconcertó y quiso detener el automóvil. Yo contesté el fuego con la pistola que llevaba, y cuando íbamos acercándonos a la Penitenciaría, otro pelotón de doce hombres, armados con rifles, nos hicieron nuevamente fuego.
Tanto el señor Madero, como el señor Pino Suárez en la confusión, bajaron de los coches y corrieron hacia los asaltantes. Se encontraron precisamente entre aquellos fuegos y el de la escolta; cuando cayeron muertos, retirándose los asaltantes, que dejaron a tres de ellos tendidos en el campo; pude ver que el señor Madero tenía heridas recibidas tanto por delante como por detrás.
Los detalles no se conocen en estos momentos. La reserva más absoluta se guarda acerca de ellos, y nuestros repórters han tenido que vencer infranqueables obstáculos para obtener las pocas notas informativas.
(Tomado de: Labrandero Iñigo, Magdalena, et al, (coordinadores) - Nuestro México #4, La Decena Trágica, 1913. UNAM, México, D. F., 1983)
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