miércoles, 17 de octubre de 2018

Antonio Plaza

Antonio Plaza



Ningún poeta mexicano, incluidos Manuel Acuña, Amado Nervo y Ramón López Velarde – para citar sólo a los que más se han acercado a la veneración popular- logró adentrarse en la sensibilidad del pueblo, convirtiéndose en cantor de sus grandezas y miserias, de sus virtudes y sus vicios, de sus altanerías y de sus frustraciones, como Antonio Plaza. Ninguna voz poética más viril que la suya para zaherir al poderoso, para maldecir al perverso y defender al humilde. Su verdad, como acertadamente ha observado Rubén M. Campos, “quema como gota candente de plomo sobre carne viva”.

Su poesía, corrosiva y cáustica, solda o amputa, absuelve o condena, según el grado del mal en cada organismo y en cada espíritu, sin que el poeta se preocupe del efecto que fatalmente produzca. Esta cualidad le ganó en vida el odio del burgués, pero también le ganó el amor del pueblo.”


En muchas ocasiones hemos oído a un obrero, a un chofer de taxi, a un fígaro de barriada, a una mariposilla irredenta o a un militar inválido y desencantado de sus servicios a la patria, declamar de memoria a Antonio Plaza, algunas veces sin conocer siquiera la procedencia de los versos.


Y que el pueblo prohije la voz de un poeta, que la haga suya y que como tal la transmita a los demás, es un fenómeno que se ha producido en la historia de la literatura mexicana en honor de muy pocos: Sor Juana, “El negrito poeta”, Guillermo Prieto, Luis G. Ledezma, y hace poco Renato Leduc.


Pero no solamente la poesía de Antonio Plaza, sino también su vastísima producción festiva, son ya hijas del sentimiento popular. La selección que de él presentamos, por lo consiguiente, de lo menos que puede dejarnos satisfechos es de su novedad:



AUTOBIOGRAFIA HEROICA

El éxito no fue malo:
vencimos a los traidores.
y volví pisando flores
con una pata de palo.
 
 
EPIGRAMAS

Dijo la niña Isabel
cuando con Juan se midió:
-No somos iguales: él
tiene un dedo más que yo.


*
Mariquita, ella tan viva,
una noche resbaló,
y aunque cayó boca arriba
el vientre se le inflamó.


*
-Y ¿cómo es el Diablo, madre?
dime, para entretenernos.
-Es viejo, feo y con cuernos…
-No sigas: ese es mi padre.


*
Iban a matar a un chivo
y Cenobio lo evitó.
Su mujer le preguntó:
¿Para qué lo quieres vivo
cuando es inútil así?
El dijo entonces: “Señora,
lo que hago por él ahora
mañana lo harán por mí.”


*
Doña Manuelita Ocio
un pleito tiene enredado;
pero no encuentra abogado
que le mueva su negocio.


*
¡Lindos pies te ha dado Dios!
Bien mereces otros dos.
*
Hicieron guarda de aduana
marítima a Juan Castillo,
y a poco su bella hermana
resultó con un chiquillo.
Él, muy enojado, pronto
quiso matar al trofeo;
pero ella le dijo: “¡Tonto!
¿quieres perder el empleo?”


*
Ya no ejerce el doctor Lario:
¡ese sí es humanitario!
 
 
 
EPITAFIOS
 
Isabelita Meneses,
siendo tan pobre y tan bella,
al cielo se fue doncella:
pues murió a los quince meses.
*
La hermosa doña Ventura
descansa aquí boca arriba,
porque cuando estaba viva
le gustaba esa postura.
*
El chapucero Canuto
hace un año aquí llegó.
Pagó a la tierra tributo…
-Fue lo único que pagó.
*
El burócrata Dorantes
aquí reposa, como antes.
 
 
 
(Tomado de: Elmer Homero [Rodolfo Coronado] – El Despiporre Intelectual (Antología de lo impublicable). Colección El Papalote, #6. Editores Asociados, S. A. México, D.F., 1974)





Yo

Me hizo nacer la suerte maldecida,
de sombra y luz conjunto inexplicable;
que oculta en mi corteza despreciable
arde un alma grandiosa y descreída.
Llevo en mi frente, do la audacia anida
un mundo de ilusiones impalpable;
soy, en fin, un misterio impenetrable,
que me agito en el sueño de la vida.
Por el cielo a sufrir predestinado,
me llena el mundo de ponzoña y duelo;
mas yo siempre orgulloso y resignado
contra mi propia pena me revelo,
y en cada golpe, al mundo malhadado
doy mi desprecio, y mi perdón al cielo.
 

Dolce far Niente
 
 
Feliz yo que tendido boca arriba,
sin amo, sin mujer, sin nada de eso,
ni me duelo de Job, ni envidio a Creso,
ni me importa que el Diablo muera o viva.

 
Indiferente a lo que el doctor escriba,
en holganza constante me esperezo,
y después de roncar, canto el bostezo,
y después de cantar, Morfeo me priva.

 
Aquella maldición que Adán nos trajo
de que al hombre le sude hasta su lomo
para comer un poco su tasajo,

 
Por una chanza del Señor la tomo;
pues si yo he de comer de mi trabajo,
entonces, ¿la verdad?,,, mejor no como.
 
 *
 
EPIGRAMAS
 
Entraba un recién casado
al taller de un peinetero,
y oliendo a cuerno quemado
se paró muy asustado
a sacudir el sombrero.


*
Inés mira con enojo
a Pablito el diminuto:
pero el rico don Canuto
ese sí le llena el ojo.


*
“Qué tonta es mi hija Librada”,
dijo el buen Juan Acevedo;
sólo mi hija la casada
esa sí no se mama el dedo.
 

AMOR Y PROSA
 
Te adoro como a Dios –dije a Gregoria-
y si te inflama esta pasión ingente,
yo juro que mi cántico ferviente,
como Dios hará eterna tu memoria.

 
Con luz del cielo escribiré tu historia,
pondré bajo tu planta el sol ardiente.
La regia luna brillará en tu frente
y hasta en la gloria envidiarán tu gloria.

 
Mas ella ¡ay! Sus ojos picarones
en mí clavando, dijo con salero:
“Lindas son en verdad sus ilusiones;

 
Pero, responda usted, señor coplero:
¿con el sol y la luna y sus canciones
tendré casa, vestidos y puchero?”
 

(Tomado de: Antonio Plaza, Poesías. Editorial El libro español, México, D.F. 1963)

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