martes, 2 de octubre de 2018

Velada de curación

Velada de curación
 
 

Noche silenciosa de julio, en Huautla. Tiembla dentro del jacal la débil llama de una vela. El enfermo –su respiración es afanosa, y de vez en cuando emite un gemido- está acostado en el centro de la habitación. Ha sido cubierto el petate con una manta blanca. A su lado, el brujo; en un rincón, dos niños y una anciana, los “testigos”. El brujo habla en voz baja, como rezando: encomienda a los santos y a los chiccóun, para que no le sean dañinos los hongos.

Es casi la media noche; el copal humea en la cabecera. Todo está en calma; hay que evitar a todo trance cualquier ruido, porque el enfermo podría enloquecer. Apaga la vela el brujo y en la oscuridad toma dos cabecitas del hongo y las pone en la boca del doliente, que las masca y las traga sin agua, haciendo un gran esfuerzo. El brujo, mientras tanto, ingiere cuatro. Al poco rato, ambos repiten la misma dosis. Ahora el enfermo descansa, en tanto que el brujo devora otras ocho cabezas de hongos: son dieciséis para él y sólo cuatro para el hombre acostado. Este suspira, se queja, dice que se siente mareado. Poco a poco se tranquiliza, respira rítmicamente, entra en un estado de sopor.


Ha pasado poco menos de media hora. El brujo le toma el pulso y le pregunta, quedamente:


-¿Cómo te sientes?


-Mejor- contesta el otro, en un hilo de voz.


-¿Por qué te has enfermado?


-No sé, no sé.


-Sí sabes, sólo que no quieres decírmelo.


-No sé. ¿Qué quieres que te diga?


-¿Estás satisfecho?


-¿De qué?


-De todo. ¿Todo te va bien?


Un silencio. Continúa el diálogo en la noche y el enfermo paulatinamente revela sus dificultades, sus conflictos interiores, sus angustias más íntimas. Confiesa lo inconfesable.


No oculta nada.

Alucinación

Habla del presente y del pasado. Recuerda sucesos que lo turbaron en su infancia. Luego se calla. Empiezan las alucinaciones provocadas por los hongos. El brujo no ha perdido una palabra, y ata cabos, saca deducciones, razona con una claridad que casi lo hace sufrir. En tanto que el enfermo tiene visiones fantásticas, en preciosos colores cristalinos, y con frecuencia ríe y lanza pequeños gritos de agrado, el efecto del hongo se acentúa también en el brujo. Este habla incesantemente en voz alta, pidiendo a los santos que se apiaden de su víctima, que le perdonen; reza con fervor, y hasta pronuncia palabras incoherentes, que los testigos interpretan como un diálogo con los espíritus.

Los efectos de los hongos terminan al cabo de seis o siete horas. El enfermo no se acuerda de su conversación con el brujo, pero está todavía lleno del deleite eufórico que le provocaron las alucinaciones. En general, se siente mejor. El brujo ha descubierto (o así lo cree) de dónde proviene el mal de su paciente o quién es el hechicero autor del sortilegio.


Ahora su tarea es más fácil: prescribe los brebajes curativos y da instrucciones para los ulteriores cuidados del paciente. Durante su convalecencia tendrá que observar absoluta castidad y en ningún caso su régimen alimenticio debe alterarse por los obsequios de comestibles que le hagan sus amigos.


-¿Cómo pretende el brujo haber descubierto las causas del mal y cómo encuentra la manera de curarlo?- pregunto al doctor Guerra.


-Siempre, en la medicina primitiva, hay una mezcla inexplicable de prácticas empíricas (que sin embargo, pueden tener cierta índole científica), creencias místicas, indefendibles desde un punto de vista estrictamente racional. Los curanderos de Huautla tienen en su favor varios elementos: el interrogatorio durante el cual contesta el paciente sin ninguna inhibición; el estado de percepción más agudo que logran con el hongo; el conocimiento del valor medicinal de muchas yerbas; la confianza absoluta que inspiran en el enfermo y que les permite obtener efectos psicoterápicos decisivos; sin contar la sugestión curativa de las invocaciones a las potencias superiores, repetidas durante horas y horas en la noche, y que seguramente impregnan el subconsciente del enfermo.




(Tomado de: Gutierre Tibón – La ciudad de los hongos alucinantes)



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