Todas las señales sexuales, observa [Desmond Morris] conocido antropólogo, están virtualmente en la parte anterior del cuerpo: en primer lugar, los ojos, la expresión del rostro, la nariz con sus aletas vibrátiles, los labios, el mentón, la hoyuela, los senos de la mujer. De aquí el autor de El mono desnudo brinca hasta el vello púbico, y lo que sigue, olvidándose por completo del ombligo.
Como se observó arriba, el ombligo no es prerrogativa sexual femenina, ya que es idéntico en ambos sexos; ésta es la razón por la cual la mayoría de los hombres ve el del sexo contrario con indiferencia, sin reconocerle valores eróticos. Pero el mero hecho de percibirlo presupone cierta intimidad femenina: la desnudez de parte de su vientre. Entre muchos ejemplos de esta verdad valga esta “bomba” yucateca, amable y ligeramente pícara. Las cuatro palabras que se riman en la cuarteta son mayas [Xuerec (léase shuerec) equivale a hacer maromas, contorsiones; taúch, zapote prieto (literalmente heces de mono); lec es jícara y tuch, ombligo]; la bomba tiene un encanto especial poético de ambos idiomas.
Me estoy haciendo xuerec
en la mata de taúch
para verte bañar con lec
y para mirarte tu tuch.
Otra bomba onfálica alude a una intimidad tal vez mayor porque no se limita a la vista del ombligo de la amada; pero como la primera, tiene finura y discreción:
Quisiera ser la medalla
de tu cadenita de oro
para estar junto a tu tuch
y decirte que te adoro.
Debo recordar que esas medallas que llevan encima de los hipiles las mestizas yucatecas, llegan con gran aproximación a la altura del ombligo
(Tomado de: Tibón, Gutierre - El ombligo como centro erótico. Lecturas Mexicanas #16, primera serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1984)
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