martes, 21 de mayo de 2019

Manuel José Othón


Mexicano (San Luis Potosí, 1858-1906)


Vivió del ejercicio de su profesión de abogado en diversas ciudades de provincia. Escribe, además de poesía, obras de teatro, artículos y cuentos rurales. Perteneciente a la tradición clásica, alejado de las inquietudes intelectuales de su tiempo, frecuenta sin embargo a los poetas de la Revista Moderna. Algunos de los procedimientos que utiliza, con la relación entre música y poesía, son de carácter modernista. Los poemas mayores de Othón se inspiran en la naturaleza: el “Himno de los bosques”, la “Noche rústica de Walpurgis”, “Salmo de fuego”, “Pastoral”, “Ángelus domini”.


Otra constante de su obra poética es la nota elegíaca en la que destacan “El canto del regreso” y la “Elegía” a la memoria del maestro don Rafael Ángel de la Peña.


Pero la fama de Othón no descansa en el concepto trascendente de un paisaje que vivió y cantó en riquísima variedad de registros, sino en el “Idilio salvaje” (1906), un poema de amor desencantado que se publicó póstumamente, en el cual el desierto presta a su paisaje interior los elementos dramáticos que expresan una poderosa y amarga pasión.


(Tomado de: Anónimo - Antología. Poesía moderna y contemporánea en lengua española. Lecturas Universitarias 2. UNAM, Dirección General de Publicaciones, México, D.F., 1971)





(1858-1906) Con Manuel José Othón alcanzó nuestro lirismo la conciencia de su mayor honradez artística. La quietud -sólo aparente- de las formas tradicionales que este poeta gustó con delicadeza y aceptó sin academismo, no fue bastante por fortuna, a impedir en sus versos el brote de un manantial de aguas seguras y violentas, aunque -por las contribuciones con que la pasión humana las enriqueció- no siempre muy límpidas ni claras.


En sus poemas, de carácter menos bucólico que rústico y a pesar de los peligros del parecido de tono en que se desarrollan, no se advierte esa atmósfera estrecha, artificial, de la viciosa Arcadia en que otros poetas hispanoamericanos incurrieron al cantar las cosas y las emociones del campo. El recuerdo de Virgilio, de Horacio, de los latinos todos, pierde su consistencia tradicional en este escritor y se aligera de toda pesadumbre erudita al contacto de los modernos, que nutren su poesía y la vuelven más plástica y ágil.


“El paisaje de México que Othón escogió para el desarrollo de sus pequeños dramas líricos -dice de él un escritor contemporáneo- no es el de las costas del Golfo, ni la fría claridad del valle, sino la altiplanicie del Norte. También los tipos, en la poesía de Othón, escapan a las costumbres del lirismo mexicano. La mujer que atraviesa por sus estrofas no tiene nada de común con las melancólicas visiones de Nervo, ni con las frívolas amigas de Gutiérrez Nájera, ni con las figuras abstractas que dejan siempre, en los senderos ocultos de la obra de González Martínez, la huella de un símbolo. Más que la meditación reflexiva de sus compañeros, Othón expresa un sentir oscuro, dramático, de la pasión. Y no es ésta, acaso, la menor cualidad de su lírica”.


Bibliografía


Poesías, San Luis Potosí, 1880.
Poemas rústicos, México, Aguilar Vera, 1902.
Noche rústica de Walpurgis, Escalante, México, 1908.
El himno de los bosques, “Capullos”, San Luis Potosí, 1908.


(Tomado de: Cuesta, Jorge - Antología de la poesía mexicana moderna. Colección Lecturas Mexicanas, primera serie, #99. Presentación de Guillermo Sheridan. Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V., México, D.F., 1985)

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