miércoles, 29 de mayo de 2019

Juan Álvarez



Nació en Santa María de la Concepción Atoyac, Guerrero, en 1790; murió en la hacienda La Providencia, Guerrero, en 1867. Hizo sus estudios de primaria en la Ciudad de México y a la muerte de sus padres, en 1807, regresó a su pueblo natal. A pesar de haber heredado bienes considerables, tuvo que trabajar de vaquero y su juventud estuvo llena de penurias y maltratos, debido a que su tutor, un español que era subdelegado de Acapulco, lo tiranizó y le escatimó el dinero, terminando por despojarlo. En noviembre de 1810 se unió a las fuerzas de Morelos como soldado raso y rápidamente ascendió a capitán. En el ataque a Acapulco (1811) una bala le atravesó ambas piernas. Con el grado de comandante y a la cabeza del Regimiento de Guadalupe, participó con Hermenegildo Galeana en el asalto a Tixtla, durante el cual recibió graves heridas, que le valieron el ascenso a coronel. En 1813 fortificó el cerro del Veladero, donde se mantuvo dos años. 



Habiendo bajado a Pie de la Cuesta, con el propósito de hostilizar Acapulco, fue batido por el brigadier realista Gabriel Armijo (1814). Había contribuido a la lucha insurgente con dinero y pertrechos pagados de su peculio, y después de su derrota frente a Armijo le fueron confiscados los bienes que le quedaban. Sin recursos y perseguido con saña por los españoles, anduvo escondido en los montes durante 4 años, librando ocasionalmente acciones guerrilleras. Hacia fines de 1818 había podido reorganizar alguna tropa y presentó 12 batallas de cierta importancia, con las que logró que los realistas se replegasen sobre Acapulco. Apoyó el Plan de Iguala y al proclamarse la Independencia dio el asalto final contra la plaza de Acapulco, que capituló el 15 de octubre de 1821. Álvarez pensó que había llegado el momento de retirarse del servicio, pero no le fue aceptada su renuncia y se le nombró comandante general de Acapulco. A partir de ese momento y durante los 45 años que siguieron, habría de convertirse no sólo en uno de los principales caudillos militares sino en figura política nacional de influencia decisiva. Se declaró republicano, federalista y liberal y toda su conducta estuvo inspirada en esos principios, aunque en ocasiones asumiera actitudes que parecían contradecirlos, como cuando se adhirió al movimiento que acaudilló Santa Anna para derrocar a Bustamante, porque “no vio la persona que se pronunciaba, sino el principio invocado”. Luchó junto a Guerrero para deponer a Iturbide. Defendió al gobierno republicano en las batallas de Venta Vieja, Acapulco, el Manglar, Dos Arroyos, Chilpancingo y otras  y trató de salvar la vida de Guerrero en 1830. Combatió a Bustamante por su centralismo y al movimiento iniciado en Michoacán por Ignacio Escalada, en 1833, para defender “la santa religión de Jesucristo y los fueros y privilegios del clero y del ejército”.

Aunque repudiaba a Santa Anna, en 1838 ofreció sus servicios para luchar contra la agresión francesa conocida como Guerra de los Pasteles. En 1845, ascendido ya a general de División, tuvo a su cargo la pacificación de las regiones de Guerrero, Oaxaca y Puebla en donde estallaron rebeliones indígenas de fondo agrario. Más que las armas empleó la persuasión y la promesa de resolver las causas de la protesta, de las cuales tenía un justa visión, pues declaró que para que los indios fueran pacíficos productores había que darles protección, en lugar de que “sean perseguidos por los ricos hacendados, para tener en ellos un simulacro de esclavos; y en vez de que les quiten por medio de enredos y trampas los pedazos de tierra que la Nación les dio…”

Esta conducta, junto a otras declaraciones y actitudes en favor de los campesinos y los indios hacen aparecer al general Álvarez como un liberal avanzado, precursor de las ideas de la Revolución Mexicana. Explican también que haya podido disponer de un ejército, la famosa División del Sur, y logrado constituir un cacicazgo de tipo paternalista en una extensa región que comprende parte de los actuales estados de Guerrero, Michoacán, México, Morelos y Oaxaca. Respaldado por ese poder, en 1841 constituyó con Nicolás Bravo el departamento de Acapulco, que no llegó a tener la aprobación constitucional. En 1844 combatió de nuevo a Santa Anna y en 1847 acudió a defender la capital contra los norteamericanos. Al ser creado el Estado de Guerrero, en 1849, fue nombrado gobernador constitucional hasta 1853. Al año siguiente, por conducto de Villarreal, proclamó el Plan de Ayutla y se puso al frente del Ejército Restaurador de la Libertad. Triunfante la revolución, Álvarez fue designado presidente provisional el 4 de octubre de 1853. Renunció en diciembre del mismo año, por haber entrado en conflicto con los liberales moderados, en particular con Manuel Doblado e Ignacio Comonfort, pero en ese corto tiempo convocó al Congreso que habría de emitir la Constitución de 1857, y promulgó la Ley Juárez, que suprimió los tribunales especiales y modificó el sistema de fueros. Durante la Guerra de Tres Años dirigió en su Estado la lucha constitucionalista, librando batallas en las que hubo triunfos y derrotas, pero que le valieron ser declarado Benemérito de la Patria por el Congreso general, en 1861. Al producirse la Intervención Francesa, una vez más fue llamado a defender a la República y la División del Sur entró nuevamente en combate contra los conservadores y los invasores. Juárez recomendó a los jefes militares que en caso de serles imposible comunicarse con él, consultaran con Álvarez el desarrollo de las operaciones. Poco antes de morir, el veterano soldado de la Independencia y la Reforma pudo ver restaurada la república y libre de invasores el país. Sus ideas acerca de los derechos de los campesinos y sus observaciones sobre la situación de los peones de las haciendas están expuestas en los tres manifiestos que lanzó en 1835, 1842 y 1857. Con el título de Manifiesto del C. Juan Álvarez a los pueblos cultos de Europa  y América, Daniel Moreno editó con un prólogo el principal de esos documentos, en 1968.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen I, A - Bajío)

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