Ha costado alguna sangre que es inevitable en la guerra, pero se ha destruido el centro del vandalismo donde no se ha conocido mas ley que la del fuerte y se ha asegurado la paz por muchos años.
Félix Díaz Mori
1833-1872. A diferencia de su hermano Porfirio, Félix Díaz Mori tenía un carácter explosivo; era arrebatado, temerario e irreflexivo. Quizá debido a su formación militar inicialmente se acercó a los conservadores, pero con el tiempo se sumó a las filas de su hermano y combatió a su lado contra la intervención y el Imperio.
Luego del triunfo de la República, en diciembre de 1867, fue electo gobernador de Oaxaca. Durante su gestión condecoró e indemnizó a quienes habían participado en la lucha contra la Intervención y el Imperio, inauguró una línea telegráfica entre Tehuacán y Oaxaca, fundó un Montepío, inició los trabajos de construcción de un camino entre Oaxaca y Tehuantepec y estableció juzgados de la primera instancia en todos los distritos del estado. Pero también es cierto que fue un gobernador violento, autoritario y caprichoso.
Díaz gobernó como liberal radical y jacobino, limitó los actos de culto religiosos y ridiculizó a todos los miembros del clero. En uno de sus muchos excesos autorizó la destrucción de catorce retablos del templo de Santo Domingo, en la capital oaxaqueña, y esto a su vez propició el saqueo y la destrucción de un sinnúmero de obras de arte. Su falta de respeto a la fe católica le valió, además, el repudio popular.
En 1870, un año antes de concluir su gobierno, los juchitecos atacaron un contingente oficial para protestar por los abusos cometidos en el Itsmo por el ejército. El gobernador marchó personalmente hasta Juchitán. Después de tres días de combates, las fuerzas del Estado ocuparon el pueblo, al que Félix Díaz ordenó prender fuego. Los sublevados que salieron despavoridos de sus casas fueron exterminados.
Por si esto fuera poco, Díaz entró al templo del pueblo montado en su caballo, lazó a su santo patrono, San Vicente Ferrer y, ante la mirada atónita de los juchitecos, lo arrastró por las calles. Abandonó el pueblo con estas palabras: “…considerando que multitud de familias inofensivas han quedado en la orfandad, vagando por los campos, sin esperanza de ninguna especie, y el pueblo privado de gran parte de sus brazos para atender a su engrandecimiento y felicidad, [el gobierno de Oaxaca] no puede menos que dirigirles la palabra, en cumplimiento de los deberes que tiene de conservar la sociedad, y ofrecerles el indulto y olvido de sus pasajeros descarríos, a condición de que se presenten ante este gobierno, haciendo entrega de las armas que existan en su poder”.
Tan pronto el presidente Juárez se enteró de los hechos, ordenó a Félix Díaz que devolviera a los juchitecos su santo patrono. El mandatario local obedeció, pero como el santo no cabía en la caja donde había de enviarlo, decidió cortarle los pies, los brazos y la cabeza, la cual quedó en poder de su suegro. Los habitantes del pueblo no perdonaron la ofensa.
Durante la rebelión de la Noria contra Benito Juárez, Félix Díaz fue tomado prisionero en el Cerro del Perico, el 21 de enero de 1872. Cayó en manos de juchitecos, quienes lo atormentaron durante dos días y el 23 de enero lo mataron utilizando los mismos métodos que él empleó contra San Vicente Ferrer. Su cuerpo quedó irreconocible.
(Tomado de: Sandra Molina – 101 villanos en la historia de México. Grijalbo, Random House Mondadori, S.A. de C.V., México, D.F. 2008)
(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)
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Nació en la ciudad de Oaxaca en 1833; murió fusilado en Chacalapa, Oax., en 1872. Estudió en el Seminario y en el Instituto de Ciencias y Artes del Estado y más tarde en el Colegio Militar. Combatió contra los liberales durante la revolución de Ayutla y la Guerra de Tres Años, pero en agosto de 1860 ya aparece en la toma de Oaxaca al lado de su hermano, el entonces coronel Porfirio Díaz. En esa ocasión persiguió al jefe conservador Cobos hasta Las Sedas, donde le arrebató 10 cañones y le hizo 400 prisioneros. Participó en la batalla de Calpulalpan, en la recuperación de la plaza de México (1° de enero de 1861), en el primer combate contra los franceses (19 de abril de 1862) y en la defensa (5 de mayo) y caída de Puebla (17 de mayo de 1863). Al cabo de varias acciones contra los invasores, en 1866 levantó en Ixtepeji un batallón de serranos para incursionar en los valles centrales de Oaxaca; en septiembre se reunió con su hermano en Nochistlán, el día 6 contribuyó a la toma de la capital del Estado y el 18 asistió a la batalla de la Carbonera. El 23 de febrero de 1867 fue nombrado comandante militar de Oaxaca y el 1° de diciembre, gobernador. En noviembre de 1871 se sublevó en apoyo del Plan de la Noria, pero derrotados los porfiristas en San Mateo Xindihui (22 de diciembre), él cayó prisionero en el Cerro del Perico (21 de enero de 1872) y fue fusilado por los juchitecos en Chacalapa.(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)
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