martes, 9 de julio de 2019

Chocolate, regalo de los dioses


Aunque pareciera broma decir que el chocolate es un placer de los dioses, en el estricto sentido de la palabra el nombre del árbol del que procede, Theobroma, significa exactamente eso: “bebida de los dioses”, según la clasificación de Carlos Linneo.


Se cree que hace unos tres mil años la primera civilización que cultivó este árbol fue la de los olmecas. Pero quienes crearon una bebida amarga, hecha con semillas de cacao, destinada exclusivamente a reyes y miembros de la realeza, fueron los mayas. En sus relatos, aparecen referencias de las diferentes formas de elaborarlo, aparecen las especias utilizadas para perfumarlo, entre otras cosas, el chile picante.


A la llegada de los españoles, el chocolate tenía un carácter tan místico que Hernán Cortés fue recibido por los aztecas con un saco lleno de unas semillas mayores que la almendras y que al descubridor lo dejaron un poco desconcertado. Le explicaron que aquellas semillas no eran cualquier cosa. Y para demostrarlo, allí mismo les prepararon un par de xocolatl o tchcolatl, bebida amarga, muy grasa y que se tomaba fría. Lo fundamental de la bebida era la espuma que se formaba, algo que a los recién llegados les parecía verdaderamente repugnante pero que tanto a los aztecas, con antes los mayas, tenían en alta estima.


Para los aztecas el chocolate era una fuente de energía, espiritual y física. Y un producto afrodisíaco. A pesar de que dicha bebida sólo era destinada a los estratos más altos de la sociedad, se reconocía la importancia de la forma física de sus guerreros, también a éstos les suministraban chocolate, para que las campañas militares no los debilitaran.


Para los mayas, el chocolate era parte importante de las ceremonias religiosas y los rituales. Entre las actividades realizadas durante la celebración de la siembra de las semillas del cacao, se sacrificaba a un perro que tuviera una mancha de color cacao sobre su pelaje. Otro hecho singular es que los encargados de la siembra tenían que mantenerse célibes durante trece noches, en la número catorce podían yacer con sus mujeres y al día siguiente, a sembrar cacao.


(Tomado de: Toledo Vega, Rafael. Enigmas de México, la otra historia. Grupo Editorial Tomo, S. A. de C. V. México, D. F., 2006)

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