jueves, 25 de julio de 2019

José Joe Becerra; otro mexicano en la antesala



El declive del "Toluco" ofreció la oportunidad a otro boxeador de convertirse en un grande del ring. Era de Guadalajara y Medel no pudo vencerlo en las dos ocasiones que lo enfrentó, en 1957. Más tarde fue campeón del mundo y el "Huitlacoche" dejó escapar la oportunidad de disputarle el cetro. Se trataba de José Becerra, el primer campeón universal de nuestro país hecho cien por ciento en estos suelos.
Becerra se ciñó la corona de los gallos de manera un tanto inesperada. La afición mexicana mantenía vivo el recuerdo de la triste derrota del "Ratón" Macías ante el francés Halimi, y veía con suspicacia el ascenso y el puño noqueador del tapatío. Lo mismo pasaba con la prensa. Sin negar las capacidades de Becerra -veloz, disciplinado, fajador, y de una izquierda demoledora-, comentaba cautelosamente cada una de sus peleas. Un miedo a "inflar" al púgil, tal y como sucedió con Macías, flotaba en el ambiente de la crónica deportiva.
José Becerra ingresó al profesionalismo en 1953. En sus primeros cuatro años, el tapatío sostuvo encuentros exclusivamente en provincia, sobre todo en su natal Guadalajara. En la ciudad de México, debutó ante José Medel -en marzo de 1957- y los capitalinos vieron a un peleador defensivo que se movía sobre la punta de los pies, pero efectivo a la hora de colocar los puños. A las arenas internacionales llegó al cabo de unos meses. En junio sostuvo un combate contra Johnny Ortega en San Francisco y peleó en aquel trágico 6 de noviembre de 1957, cuando el "Ratón" desilusionó a los miles de mexicanos que fueron a verlo ganar la corona mundial de los gallos. En esa ocasión, Joe Becerra subió al ring desmoralizado por la derrota de su compatriota y su rival, Dwghit Hawkins, lo noqueó en el cuarto episodio.
El año de 1958 esperaba a Becerra con algo más que victorias. En 11 meses sostuvo 11 peleas, diez ganadas por nocaut. Se vengó de Dwight Hawkins en su natal Guadalajara, donde estuvo grandioso. En la capital del país se enfrentó a Miguel Lassus, a quien dejó fuera de combate en el séptimo asalto. Fue a Los Ángeles y enfrentó al duro Willie Parker -quien ya había derrotado al "Toluco"- y lo ablandó a la segunda campanada. 20 días después, en esa misma tierra, derrotó al filipino Little César con poderoso nocaut en el cuarto.
Y así se fue perfilando hacia el objetivo mayor de cualquier boxeador: el título mundial. Becerra sabía que la única forma de convencer a la renuente afición y a la cautelosa prensa de su excelente boxeo. La propia Comisión de Box no quiso reconocerlo como el mejor boxeador de 1958, y sólo le otorgó el crédito de "mejor estelarista".
Su camino hacia el campeonato mundial sólo estaba obstaculizado por el italiano Mario d'Agata. La pelea se concertó para principios de enero de 1959. El reportero de Box y Lucha veía así el escenario antes del combate: " El viejo caserón Olimpic donde Bolaños dejó en la lona el estilo y la gracia ante Aragón; donde pulverizaron al "Pajarito" Moreno, donde las marchas eran brillantes y el futuro ilimitado, ha sido cortado a raíz." ¿Temor o ganas de conjurar los demonios de Los Ángeles? Becerra ganó por nocaut en diez asaltos y México tenía a un boxeador otra vez en la antesala del cetro mundial.

Primer campeón mundial hecho en México

El horno para la pelea entre Becerra y Halimi se fue calentando. La función se pospuso tres veces. Primero se anunció para fines de abril, luego para el 13 de mayo y, finalmente, para el 3 de junio -fecha que también se cambió. El alargamiento del encuentro de campeonato, señalaban los editoriales de la prensa deportiva, quizá acarrearía funestas consecuencias. Becerra podría perder en la báscula, advertía uno de ellos, y, a manera de conclusión, añadía: el "aplazamiento puede ser un sarcófago para Becerra".
La fecha se fijó para el 8 de julio. Entonces sí, hizo su aparición la incertidumbre. " Pero… ¿podrá con Halimi?", "¿Logrará lo que no pudieron el "Ratón" y el "Pájaro?"; titulares como éstos se encontraban a lo largo de la prensa escrita. En cambio, con Halimi todo era certeza: que llegaría al combate como "un verdadero roble" que "usa camisas con cuello 40 y tiene una musculatura de 'Cavernario' Galindo" que "es un atleta consumado y un auténtico profesional del ring"... ¿Se estaba preparando a la afición mexicana para la derrota de la "Esfinge" de Guadalajara?
Para despejar la duda estaba Becerra, y para ver el resultado, 14 mil espectadores en la nueva Arena Deportiva de Los Ángeles. Las apuestas favorecían al francés en proporción de dos a uno. Desde que sonó el primer gong, ambos boxeadores salieron decididos a dejarlo todo en el cuadrilátero. Halimi se fue sobre retador los dos primeros rounds y con un tremendo derechazo consiguió que Becerra se tambaleara. El mexicano, a partir del tercero, se lanzó a la ofensiva. Y para restarle efectividad a las ágiles piernas de Halimi, Joe buscó sobre todo el cuerpo del campeón para ablandarlo. Los ganchos izquierdos al hígado y al plexus del francés hicieron mella en éste. Para el quinto episodio, Halimi dejó de buscar el cuerpo a cuerpo y prefirió huirle al retador. Para entonces, Joe Becerra era el amo del ring.
La campana del octavo levantó de su esquina a un Halimi visiblemente dañado por las descargas de su oponente. Becerra decidió, entonces, terminar la pelea. Se fue sobre el campeón con una combinación de golpes que selló con un sólido gancho de izquierda a la mandíbula y ¡hasta luego, campeón! El francés cayó a la lona, mas logró ponerse en pie a la cuenta de cuatro, sólo para que Becerra le soltara una andanada de golpes. A los dos minutos y dos segundos del octavo asalto, Halimi cayó de nuevo y escuchó en la lona la cuenta de diez. México tenía su primer campeón mundial nacido y hecho en nuestras tierras.
El recibimiento en la capital fue apoteósico. Cien mil personas lo esperaron en el aeropuerto. El presidente Adolfo López Mateos no sólo lo recibió sino que le entregó su reloj como un presente. Becerra le había prometido el cinturón mundial de los gallos y había cumplido. Por órdenes del Ejecutivo, el nuevo campeón fue internado para su recuperación en el Hospital Central Militar.
El tapatío retuvo dos veces el título. Su primera defensa la hizo ante el mismo Halimi, en febrero de 1960, y la segunda ante el japonés Kenji Yonekura, en Tokio, en mayo del mismo año.
Un extraño nocaut que le propinó Eloy Sánchez en el cuarto round, en agosto de 1960,  lo motivó para anunciar su retiro. Muchos dijeron que la inconsistencia de Becerra mermaba su calidad de campeón. De su retiro, su manejador Pancho Rosales comentó que lo decidió para someterse a una operación quirúrgica, pues el boxeador tenía un problema que le ocasionaba serios dolores: tres testículos -uno de los cuales quizá ya no le hacía falta.

(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Vídeos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

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