El náhuatl influyó en la lengua castellana en formas que llevo someramente señaladas; pero el náhuatl no se escapó, a su vez, de la compenetración del castellano, pues los nativos de estas tierras pronto enriquecieron su habla indígena con palabras nuevas, correspondientes a todo lo que veían llegar de Europa por vez primera: armas, trajes, frutas, animales, muebles, utensilios, etcétera. Algunas palabras aceptaron tales cuales eran en castellano, y otras con muy ligeras diferencias por la falta de las consonantes B, D, F, G, J, LL, N, R, S, y la V, que sólo las mujeres por amaneramiento pronunciaban. Así, por ejemplo, observa el sabio doctor Alcocer, no siendo conocidas las bestias de carga ni nada de lo que se refiere al oficio de arriero, decíase en mexicano Cahuallo por caballo; fleno por freno; sulalelo por sudadero (suadero, dicen hoy los campesinos, por síncopa); xile por silla de montar, etcétera.
Estos neologismos los sujetaban, desde luego, a las exigencias gramaticales de su idioma:
El plural de mula lo hacían mulatín; el de caballo, cahuayotin; el de yegua, cihuacahuallome; el de ángel, angelome o angelotin; el de santo, santocme; etcétera.
Por falta de consonantes, decían: Palacisco por Francisco; Malía por María; Olenzo por Lorenzo; pale, male por padre, madre; hola por hora; vala por vara para medir; canlelelo por candelero; vinale por vinagre; campanalio por campanario; letal por dedal; fisheras por tijeras, etcétera.
Para algunas cosas de las que conocieron en esa época, inventaron nombres más o menos ingeniosos:
Al toro le pusieron cuacuahue, que quiere decir "el que posee cuernos, o el cornudo."
Al chivo le llamaron tentzone, "el que tiene barbas" o "el barbón".
A la oveja, ichcatl, "algodón" por la semejanza de esta sustancia con la lana que producen las ovejas.
A la gallina española, cuanaca, de cuanácatl, cresta, es decir, "la crestona". También la llamaron castillan-totolin, "gallina de Castilla"; porque la gallina mexicana era el guajolote, totolin o huexólotl ave doméstica que a su vez los españoles desconocían y le llamaron por vez primera gallina de la tierra y gallo de la tierra.
Los indígenas no conocían la paloma europea y le dieron el nombre del ave más parecida a ella en América: huilotl.
A la hierbabuena, Castillan-epázotl, o epazote de Castilla.
A las aceitunas, por similitud, les llamaron ahuacatitos, ahuacatzintli.
A la guitarra, mecahuéhuetl, "tambor con mecates, o de cuerdas."
Cuando conocieron el gato doméstico traído de Europa, le llamaron mixton o mixto, que significa "Leoncito", y los españoles sacaron a su vez de mixton o mixto, "micho" y "miche".
También, en ese tiempo, fue muy frecuente la formación de palabras híbridas de mexicano y español:
Tocinohuía, de tocino, untar, engrasar.
Tlapalería, de tlapalli y ría, tienda o expendio de colores.
Icpaxela, de icpatl y seda, hilo de seda.
Cahuallo-catli, zapato de caballo, herradura.
Letrayo, letrero.
Santos-calli, oratorio.
Zapatos-chihualoyan o zapatos-chihucan, zapatería.
Tlacomesa, media mesa o mesa portátil.
Castillan-xóchitl, rosa o flor de Castilla.
Cahuallo-calco, caballeriza.
(Tomado de: Salado Álvarez, Victoriano - México en tierra yanqui. México peregrino (Discurso de ingreso a la Academia Mexicana). Apéndice F. Biblioteca del Estudiante Universitario 112. Introducción y selección de Álvaro Matute. UNAM, Dirección General de Publicaciones, México, 1990)
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