lunes, 26 de agosto de 2019

Ultiminio Ramos, la Pantera Negra



Ultiminio Ramos, la “Pantera Negra”


Al otro lado del Río Bravo estaba California; más allá del Golfo de México, la isla de Cuba. Mencionar estas dos regiones en los años cincuenta representaba hablar de box y de beisbol. Pero nuestro país sólo estaba en condiciones de competir en estas geografías con los pugilísticos guantes. Antes del triunfo de su Revolución en 1959, la rivalidad boxística entre México y Cuba era patente. Los nuestros viajaban a la isla y los cubanos regresaban la visita. A Mérida llegaron Diego Sosa y Mik Acevedo, y en la capital del país se presentaron “Lagartija” Reyes y Miguel Lassus. En la Habana causó sensación el púgil de Reynosa, KidAnáhuac”, cuyos combates contra Puppy García mantenían en suspenso a medio Cuba.
Con la victoria de los revolucionarios, Fidel Castro -el nuevo presidente de la isla- llevó a cabo profundas reformas en las estructuras sociales y económicas del país. Al deporte también le llegaron sus cambios. El gobierno revolucionario prohibió el ejercicio profesional de toda actividad deportiva. Muchos boxeadores decidieron, entonces, salir de la isla y buscar en otros lugares el dinero que proporciona la carrera de las orejas de coliflor.
El chachachá pugilístico llegó a México y para fines de 1961 la afición azteca vio desfilar a Luis Manuel Rodríguez, Pastor Marrero, Ultiminio Ramos, “Chuchú” Gutiérrez, Robinson García, Douglas Vaillant y José Legrá. Hubo boxeadores malos, buenos y fantásticos.
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Llegó a México en 1961. Su récord era impresionante: cuatro años en el profesionalismo, invicto en 28 peleas -con sólo un empate ante Ike Chesnut-, 22 ganadas por la vía del cloroformo. En febrero de 1960 alcanzó el título cubano de los pesos pluma. Para fines de ese año era el segundo en su peso a nivel mundial. Peleó en Venezuela, Panamá y luego cayó en nuestro país, donde cosechó triunfo tras triunfo. Ese 1961, Ultiminio no dejó títere sin cabeza.
Después de su polémico debut en estas tierras ante Juan Ramírez, su estampa -”auténticamente boxística”- lució en espectaculares y sangrientos encuentros, sobre todo los que sostuvo ante Alfredo “Canelo” Urbina y KidAnáhuac”. Hacía tiempo que la afición mexicana no se metía de lleno al deporte de los puños. Los cubanos vinieron a revivir esa apagada determinación de los nuestros que, aunque derrotados por los caribeños, dieron muestras de coraje y valentía en el ring.
Ultiminio nació en Matanzas en 1941 y para nadie era un secreto en aquella tierra que su primer maestro de boxeo fue su hermana mayor. La vida en el barrio donde creció era dura por la cantidad de pandillas que se enfrentaban constantemente. Su hermana recuerda los pleitos del barrio: “Yo, a los once años, era capitana de una pandilla pero nuestros pleitos no eran a cadenazos ni con navajas para malherir a alguien, sino a golpes, haciéndose hombres los hombres y defendiéndonos bravamente las mujeres.” Bajo esas circunstancias se iría puliendo la infancia de Ultiminio.
Estaba hecho a la medida de la afición azteca:”Gran presencia sobre el ring, un estilo emotivo, sensacional, boxea estupendamente y cuando ataca es un rayo mortífero.” Y aunque era de una exagerada presunción, los fanáticos se le entregaron sin reserva. El público lo empezó a llamar “Pantera Negra”, Sugar Ramos y el “Huracán Cubano”.
Antes de conquistar el trono mundial de los plumas frente a Davey Moore, Ultiminio era ya el “Mexicano”, ídolo de las multitudes.



(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Vídeos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

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