Aunque poseían arcos y flechas, macanas, hondas cuchillos de obsidiana y rodelas, los zacatecos no lograron impedir que los expulsara de su tierra un puñado de españoles decididos a asentarse allí. El jefe de los intrusos, el capitán Juan de Tolosa, había recibido de un indígena una piedra rica en plata e indicaciones de que en el territorio zacateco abundaba el precioso metal. Después de que Tolosa hizo analizar varias cargas de piedras recogidas en el sitio, por la colonia corrió la voz de que en Zacatecas habían sido descubiertas unas minas fabulosamente ricas y sobre la comarca se precipitó un alud humano sediento de aprovechar la bonanza. La ciudad de Zacatecas fue fundada oficialmente el 20 de enero de 1548. Al año siguiente ya operaban allí 34 sociedades mineras.
(Mina El Edén, Zacatecas)
Como ciudad, sin embargo, Zacatecas no fue gran cosa en sus inicios. Al igual que tantos otros poblados mineros, de pronto albergaba una gran población y poco después quedaba semidesierta. Las calles se trazaban “al aventón”, y lo primero que se procuraba era disponer de sitios donde pudieran funcionar diversiones como carreras de caballos, juegos de baraja, corridas de toros, peleas de gallos, tabernas y casas de prostitución. Los franciscanos erigieron su gran convento en 1567, los agustinos empezaron a construir el suyo en 1576 y los dominicos en 1608, pero sólo en 1792 empezaron a funcionar las primeras escuelas primarias. En sus inicios, Zacatecas fue importante sobre todo porque de sus minas salió el dinero para financiar la conquista de Filipinas y porque de la ciudad partió en 1554 la expedición que conquistaría la Nueva Vizcaya (Chihuahua y Durango); en 1556 la que tomaría posesión de Nuevo León y Coahuila, y la que marchó en el mismo año a la conquista de Nuevo México. Además, la vigilancia del camino por el que se enviaba la plata zacatecana a la ciudad de México requirió fundar un buen número de puestos militares que luego dieron origen a muchos poblados del Bajío y Aguascalientes.
Otro gran negocio de Zacatecas fue la venta de empleos burocráticos, los cuales eran tan remunerativos que hacia 1675 el puesto de alguacil mayor se vendía en 32,000 pesos y el de alférez en 10,000. Sólo en el siglo XVIII la ciudad adquirió elementos para superar los ciclos de auge y decadencia. No sólo se realizaron buenas obras públicas y más construcciones religiosas, sino que los particulares tuvieron dinero e interés en erigir muchos de los soberbios edificios que harían de Zacatecas una de las ciudades más hermosas de la república a fines del siglo XX.
(Tomado de: Armando Ayala Anguiano - ¡Extra! Contenido. México de carne y Hueso III. Tercer tomo: La Nueva España (1). Editorial Contenido, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)
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